Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés, y que lo transforma en no apto para impacientes.
Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.
En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años.
A tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece más de 30 metros.
¿Tardó sólo seis semanas crecer? nos preguntamos.
No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad.
Este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces, que le permitirían sostener el crecimiento, que iba a tener después de siete años.
Reflexión
Vivimos una época, donde todo debe salir a pedir de boca y en el tiempo que decidimos.
Y si esto no ocurre, nos alteramos con facilidad; y los cristianos no somos la excepción.
Queremos encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno del carácter, y que éste requiere tiempo.
Perseguimos un sueño, nos trazamos proyectos, planes y metas, pero desfalleceremos sin ver nada de lo que deseábamos.
Y, ¿por qué ocurre esto?
Quizás, debamos revisar conscientemente lo que estamos esperando, y cómo lo estamos esperando.
Distinguir si nuestro proyecto es de Dios, o es humano es relativamente fácil.
Debemos recordar que, lo de Dios funciona y nos dará una satisfacción eterna.
Y que lo que no es de Dios y es nuestro, tiene muy pocas posibilidades de éxito, y traerá muchos sinsabores.
Particularmente tengo una receta que uso a menudo, y lo hago con dos sencillas preguntas:
¿A dónde pongo a Dios en el asunto?
¿A dónde entra Él en los proyecto?
Y si descubro que Dios sigue siendo el Guía, el Señor y quién se lleva toda la gloria, voy por buen camino.
Pero si Él sólo es un accesorio, o el último recurso por si algo sale mal, estoy en problemas.
Así que, primeramente antes de experimentar pérdida, poner esfuerzo y tiempo en algo infructuoso, debemos revisar nuestros planes.
¿Son de Dios, o son nuestros?
¿Dónde estará Dios en este asunto?
La otra cosa fundamental, es hacernos con honestidad un análisis de carácter.
Lo que vendrá, el éxito y aquello que obtendré al final del camino.
¿Cómo me afectará?
¿Dejaré de ser el mismo o me voy a cambiar?
¿Estoy de verdad preparado para vivir con eso?
Por ejemplo muchos desean tener dinero, casa, vehículo, salud o trabajo y le prometen a Dios; que su servicio será mejor para el Reino.
Una vez que Dios los bendice, los próspera se olvidan de Dios de su Reino y de su promesa.
Por eso, Dios no te da lo que no pueda administrar porque conoce tu corazón.
Y esto último, es lo que nos pone en la perspectiva correcta.
Si no estoy preparado, entonces tendré que esperar.
Esperar que mi carácter madure, se humille.
Y se ajuste a la bendición que voy a recibir.
Porque hay mucho mal detrás de una bendición apresurada.
Recordemos la historia del hijo pródigo: recibir y tomar antes de tiempo, lo que por derecho merecía, le hizo perder todo, y terminar entre cerdos.
Hoy estamos escuchando mucho acerca de alentar nuestros sueños.
La iglesia está siendo llevada a tomar y arrebatar “bendiciones”.
Sin preguntarse si tiene la madurez, o el carácter para lidiar con ello.
Resultado: vemos hijos de Dios egoístas, mezquinos, y con el Señor completamente fuera de sus planes.
Las peticiones se amontonan en un baúl de oraciones.
Y están cargadas de avaricia, codicia, y absurdos reclamos.
Nos hemos preguntado:
¿En qué gana el Reino de los cielos, si tengo un mejor pasar económico?
¿Quién se volverá al Señor, si cambio mi automóvil por un mas modelo nuevo?
¿Cuántas almas conocerán a Jesús, si compro una casa en la playa o compro un cuatriciclo?
A veces compramos o gastamos en cosas innecesarias.
Pero claro, ¡Quien puede resistirse a soñar, si desde el púlpito, dónde una vez escuchamos la verdad, se alienta la posibilidad de tenerlo todo!
Y por supuesto, nada de eso vendrá; y si en el mejor de los casos pasa, cuando tengamos lo que deseamos, terminaremos por sepultar los propósitos de Dios.
Porque tendremos el corazón agradándonos a nosotros mismos.
¿Hay bendición para nosotros?
¡Si!, pero debemos echar raíces.
Lo que para otros, o aún nosotros mismos es una pérdida de tiempo, es el trabajo de Dios formando un carácter de hijo para poder recibirlo.
POR LO TANTO, HERMANOS, TENGAN PACIENCIA
Hasta la venida del Señor.
He aquí, el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardándolo con paciencia hasta que reciba las lluvias tempranas y tardías. Santiago 5.7
Siete es un número especial en la Biblia, y uno de sus significados es madurez, perfección, administración perfecta; y ¡Dios está en el asunto!
Sí ¿No hay resultados todavía?
Probemos nuestros deseos, probemos nuestro carácter.
Y si en limpia consciencia no hay condena, esperemos.
Las raíces se están preparando para recibir la bendición del crecimiento.
Y en seis semanas.. ¡nos vamos a las alturas!
Dios les bendiga
Pastor Marcelo Avila
Disertante Motivacional
Gestores de Paz Argentina
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